Humor, movimiento y ciencia ficción.
Vaya que reconoceré públicamente que esta película no estaba entre mis prioridades al momento de visitar el cine (por el box y la pereza mental que me genera, entre otros factores), pero por la clásica democracia donde la mayoría decide que historia veremos, no tuve más remedio que aceptar la derrota y prepararme a ver una entrega donde Dreamworks, Spielberg y la ciencia ficción llevaban varios títulos sin convencerme del todo.
Es momento de aclarar el panorama y comentar que Gigantes de Acero es una cinta protagonizada por Hugh Jackman, Dakota Goyo y Evangeline Lilly con el guión de John Gatins y Richard Mathis; bajo la batuta de Shawn Levy quien tiene en su filmografía “Una noche en el museo 1 y 2” (2009) además The Pink Panter (2006). En esta ocasión nos hacen llegar una historia donde en un contexto en el que el boxeo se ha transformado en un deporte de alta tecnología; Charlie Kenton es un boxeador fracasado que pierde la posibilidad de ganar un título cuando poderosos robots de 90 kilos y más de dos metros de altura comienzan a competir. Convertido en un promotor de poca monta, Charlie sobrevive ensamblando robots de bajo costo, a los que apunta en peleas del circuito amateur. Finalmente, cuando esta situación toca fondo, Charlie se asocia con su casi desconocido hijo Max para construir y entrenar a un auténtico robot campeón. A medida que suben las apuestas en la brutal arena en la que todo vale, Charlie y Max, contra todos los pronósticos, tendrán una última oportunidad de triunfar en su nueva etapa de vida y profesión.
Venía saliendo de la sala de cine y no pude evitar recordar una anécdota vivida con una cinta similar, aunque no fue precisamente de mis tiempos: Rocky (1976), se asemeja en exceso a Gigantes de Acero, en utilizar el box para conseguir un objetivo en común, ese coraje cojugado con iniciativa para salir adelante ante las adversidades de la vida.
Está cinta va en el mismo rumbo aunque con tecnología incluida, varios años de diferencia en la perspectiva de las familias disfuncionales y la experiencia de algunos monstruos del cine. Este último punto era lo que me hacía casi gritar a los cuatros vientos que la película sería una extraña mezcla entre Transformers, con toque de egocentrismos como en Super 8 y miles y miles de clichés del cine de Mr. Spielberg. Ahora puedo argumentar cosas muy diferentes y características que hacen a Gigantes una entrega digna de verla varias veces sin problemas de generar conflicto en tu mente.
Una cinta equilibrada, podría denominarla pues aunque lo planteado podría encajar perfectamente en la ciencia ficción, la mezcla de humanos y maquinas con “posibles sensaciones”, los escenarios del campo en conjunto con los estadios donde las peleas se desarrollan, el score muy futurista y el soundtrack con artistas conocidos, luchas de robots donde pelean a muerte y el hilo conductor de un padre e hijo buscando el amor como columna vertebral de la historia hacen que Gigantes no pase desapercibida.
Una mención aparte merece el chico Dakota Goyo en el papel del hijo de Jackman pues es tan convincente su participación que el chamaco resulta ser tan adorable con sus lecciones de vida, su actitud e ímpetu sobre las decisiones que se toman y van dándole forma a la cinta. Consigue esa conexión entre personaje-espectador que pocos han logrado a la primera.
Una mezcla que es difícil de describir entre un drama que te arrancará algunas lágrimas (créeme que sí), te hará saltar de la butaca con las escenas bien logradas de acción en las peleas y todo el contexto de ciencia ficción que te hace examinar minuciosamente esta película y llegar al punto de preguntar: ¿qué tan descabellada esta la propuesta argumental de la cinta?.
Gigantes, se convierte en una película redonda con mucho que disfrutar, algunas cosas que aprender y otras tantas para reír o llorar, según sea el caso; el punto a detallar es que Spielberg después de llevar el cerebro intelectual de otras entregas similares, diera en el clavo y nos hiciera sonreír, reflexionar, aprender, emocionar y disfrutar de principio a fin una historia bien pensada, actuada, escrita y desarrollada.
Un aplauso y espero no sea la única entrega que nos haga hacer y opinar lo mismo.
En su momento Rocky me genero el mismo sentimiento a pesar de la repulsión que me provocaba el box; hoy con Gigantes ocurre algo similar, aunque no fui yo el que lloró en la sala de cine, mis acompañantes aunque lo nieguen, si soltaron las de San Pedro durante su desarrollo. No critico, pero así como "el ojito de Remi" se hizo presente, también hubo emoción en el transcurso de la historia por parte de mis amigos y eso me da la certeza para afirmar que la cinta está equilibrada y vale la pena verla, no una, sino varias y varias veces.